En esta reconstrucción de vida en la que me encuentro han sucedido muchísimas cosas. He descubierto cosas de mí que me sorprende no haber notado antes y también he tenido que dejar mucho de lo que me hacía daño sin darme cuenta. Aprendí a dejar de lado algunas relaciones, pero también a cultivar nuevas perspectivas de mi entorno.
Quizá uno de los descubrimientos más curiosos fue que mi dañada perspectiva de las relaciones, también se veía reflejada en mi trato hacia los animales. Aunque en mi casa han pasado muchas mascotas, su presencia siempre fue con fines protectores, recreativos e incluso (muy a mi pesar) decorativos. Nunca desarrollé una conexión especialmente importante con mis mascotas porque estaba muy acostumbrado a que siempre había alguien más quién se encargara de su cuidado y por ende, no requerían de mi atención. En mi plano solamente existían, y nada más.
Todo eso cambió en esta nueva etapa de la vida. Actualmente tenemos en casa a tres perros (razas, tamaños, peculiaridades y travesuras diferentes) que han llegado de distintas maneras porque nunca pasó por nuestra cabeza comprar, y decidimos adoptar a nuestras mascotas.
Aunque la relación con mis mascotas ha cambiado muchísimo y ahora tengo una perspectiva diferente de su papel en la familia, no había llegado a sentir la conexión especial que notaba entre Claudia y los animales. Hasta que llegó Luna a nuestras vidas.
Cuando nos entregaron a Luna venía acompañada con una advertencia “No tiene una buena relación con los hombres, les tiene miedo. Tengan paciencia, porque su comportamiento es difícil.” La asociación que la dio en adopción nos explicó que la habían rescatado de una pandilla en donde era maltratada y encerrada. Estaba acostumbrada a buscar su comida entre la basura, a bajar la cabeza cuando le hablaban y sobre todo tenía un miedo irracional a las escobas. No hace falta imaginar el tipo de vida que había tenido.
Los primeros días fueron complicados, y tal como habían advertido, Luna me tenía mucho miedo. Por más que intentaba acercarme para acariciarla solo lograba que orinara la alfombra o el sillón más cercano. Fue una etapa difícil.
Pero en una ocasión mientras ella dormía en su camita, ma acosté a la par de ella, la abracé y empecé a susurrarle al oído que en ningún momento la iba a dañar, que entendía que la vida que le había tocado fue dura, pero que ahora está en un lugar seguro y que ni Claudia, los niños, o yo la íbamos a lastimar. Y sé que suena estúpido, pero tuve la impresión que ella entendía lo que le decía y que había agradecido las palabras y su respuesta automática (aunque temerosa) fue mover la cola y lamer mi nariz.
No tengo una expliación clara de lo que sucedió en ese momento, pero supe inmediatamente que Luna se había ganado mi corazón. Quizá fue porque me identifiqué con ella en muchas cosas, o quizá la sensación de percibir agradecimiento en su mirada, no lo sé, y tampoco me importa mucho, Luna y yo hemos creado un vínculo especial, que nunca antes había tenido con un animal.
Ya pasaron un par de años de ese momento, y la relación no hace nada más que crecer. Ahora Luna se siente en casa, y me ha adoptado como su humano. La vida me cambió.
Y sé que este mismo sentimiento le sucede a muchas personas de quienes ahora entiendo el porqué de su conexión tan especial. Por esa razon decidí crear Vínculo, el proyecto con el que busco encontrar esas relaciones especiales entre dos amores de diferente especie.
Ahora con una mirada distinta espero encontrar, capturar y aprender de la forma en que se han creado vínculos en muchas familias multiespecie. Son amores diferentes, y merecen ser tratados y captados con una mirada distinta.
¡Qué bonita historia y vaya fotos tan especiales compartes en "Vínculo"! Me encantaron ;)
Que importantes los vínculos, que importante darles espacio nombrándolos y plasmándolos artísticamente. Un proyecto muy chulo, enhorabuena por esa mirada.