Quizá sea el pasar de los años, el clima de nostalgia o la abstinenia de tabaco, pero hay días en los soy más propenso a sentirme pequeño. Pequeño frente a las dudas o a los miles de pendientes en mi lista imaginaria de cosas por hacer antes de morir, abrumado, overwhelmed.
“Dejáte de pendejadas y ponte a trabajar, porque una mente ocupada no tiene tiempo para eso” diría mi abuelo encendiendo el cigarro. Sonará fuerte, pero ha sido la forma para lidiar ¿Efectivamente? con el problema durante muchos años. Ni el abuelo ni el cigarro están más, pero los días así siguen apareciendo por allí.
No soy tan bueno para explicar con palabras ese sentimiento, pero quiero pensar que con imagenes lo hago un poco mejor. Vino a mi mente ese viaje a puerto escondido con Claudia, Camille y Guti, donde esperábamos el atardecer y todo salió mal. Corrimos a la playa tarde, nos perdimos lo que buscábamos y ya con la luz casi extinta logramos estas fotografías. Sentirse pequeño frente al mar es lo más parecido a sentirse abrumado.
Y mañana será mejor, siempre lo es. Un maldito día a la vez.
Mi versión de la frase de tu abuelo “Dejáte de pendejadas y ponte a trabajar" es "mejor hecho que perfecto". La llevo utilizando un tiempo, y me va dando buenos resultados. Al menos, está hecho, y son cosas a ¿medio? borrar de nuestras listas infinitas de cosas por hacer.
Siempre me tranquilizó el mar, pero ahora que lo pienso es que siempre lo vi acompañada. No sé qué pasará este verano, pero en soledad es cierto que se me hace abrumador.