La cámara lúcida: cuando mirar se vuelve emocional
Una lectura clave para entender por qué algunas fotos impactan más allá de la técnica y se quedan con nosotros sin una razón aparente.
Creo que a todos nos ha pasado en algún momento el agobio de las redes sociales. El scrolleo infinito, las publicaciones impecables, las fotos perfectamente compuestas que no dicen nada. Muchas veces no son inspiradoras, solo exhibiciones de orgullo técnico o de una habilidad impresionante para la postproducción. Fotografías que no emocionan, simplemente están bien hechas.
Hastiado por completo, quería entender por qué ciertas fotos me dolían, me hacían volver y me dejaban callado. Y por qué otras, aunque técnicamente buenas, simplemente me gustaban... y ya. Fue entonces cuando encontré La cámara lúcida, de Roland Barthes.
Barthes no era fotógrafo. Ni técnico. Era un pensador. Un filósofo que escribió este libro desde un lugar profundamente emocional: el duelo. Su madre había muerto y él, entre todas las fotos que conservaba de ella, buscaba una que realmente la representara. No una imagen bonita. Una verdadera. Una que hablara más allá de la superficie.
Y en esa búsqueda encontró palabras para algo que muchos sentimos frente a ciertas imágenes pero no sabíamos cómo nombrar.
Barthes distingue dos formas de mirar una fotografía:
El studium, que es todo lo que entendemos: el contexto, la escena, la intención.
Y el punctum, que es eso que nos punza, que nos toca, que no se puede explicar pero sí sentir.
Desde que leí eso, empecé a ver mis propias fotos de otra manera. Algunas me gustaban porque “salieron bien”. Pero otras, aun con errores, se quedaban conmigo. Por un gesto fuera de foco, por una sombra inesperada, por un detalle mínimo que no planeé… y que sin embargo estaba ahí, como si la foto supiera algo que yo no.
Barthes también decía que toda fotografía tiene una carga de tiempo. Que cada imagen grita en silencio: "esto ha sido". Y que al mirar una foto, estamos frente a una pequeña muerte. No porque sea triste, sino porque ya no está.
Ese punctum, como lo llamaría Barthes, no era técnico. Era emocional. Y desde entonces quiero convertir este concepto en mi brújula detrás de la cámara.
La cámara Lúcida no enseña a fotografiar, pero enseña a mirar y eso para mí, fue mucho más importante. Hoy, cuando tomo una imagen me pregunto si hay algo ahí que no pueda controlar, algo que no tenga explicación, pero sí presencia. Un punctum. Quizá, al final, esa es la fotografía que vale la pena guardar.
Interesante. Justo hoy (ando entre retos fotográficos) me debato entre una foto que me transmite algo, aunque no me ha salido la técnica perfecta, y la posibilidad de "crear" otra, con mejor técnica pero también con menos verdad.
Tu escrito me ha dado la respuesta.
Gracias!
Felicitaciones!!! Hasta hoy entendí eso, hay imágenes que uno no puede explicar , pero que se sienten y sí, es una muerte corta