Desde pequeño he tenido problemas con las estructuras. No por una sensación de rebeldía sino porque geniunamente me resulta difícil seguirlas por mucho tiempo. El cambio siempre ha sido una constante en mi vida y eso se llegó a convertir en un peso que cargué por toda mi vida y para nada fue sorpresa que cada cambio de deportes, hobbies, amigos, relaciones, carreras universitarias, empleos y hasta creencias religiosas, resultara en las típicas etiquetas de persona imprevisible, imprevista y sobretodo inestable.
La última palabra era la que más me hacía ruido, inestable. En una sociedad que promueve la estática, la inestabilidad es un defecto que a todas luces es problemático para convivir. Lo recalcaron mis viejos, lo reafirmaron mis parejas y se burlaron de ello mis conocidos.
Y fue por eso que insistí tantos años en mantener el control de todo. Bajo la presión de la perfección y estabilidad sucumbí a lo que los demás esperaban de mi. Fui construyendo la burbuja que encapsulaba mi inestabilidad y la convertía en “control y seguridad”
Quizá ese fue el detonante del colapso. Mi necesidad de control no es por querer planificar el futuro, sino para evitar que la inestabilidad saliera a flote. Un hombre de familia no puede ser inestable, un profesional del marketing no puede darse el lujo de no confiar en las proyecciones, un padre de familia no puede mostrar incertidumbre, un ser humano no puede ir por la vida sin planificar. Obligarme a llevar esta mochila me llevó al borde de la ruina.
No es un proceso inmediato, pero reconocer la verdadera razón de mi necesidad de control me llevó a entender mi hastío y mi constante frustración. No soy alguien de control por más que lo intente, soy alguien inestable. Obligarme a ver la vida desde la ventana del control hizo que el paisaje se tornara monócromo y repetitivo y que mi impulso por evolucionar se viera mermado y aunque mi propia naturaleza me obligara a cambiar, la frustración y sobretodo, la culpa se apropiara de mi.
Hice las paces con mi inestabilidad.
Me encanta encontrar nuevas cosas, música, escritores, y ahora perspectivas para fotografiar. Antes de poder siquiera notarlo, tengo una nueva opinión o perspectiva de lo que me rodea. Y aunque tengo muy claro las cosas que me gustaría mantener, ahora soy consciente que más allá de la muerte, es imposible tener certeza sobre lo que viene. ¿Quién dijo que ir hacia adelante era el único camino correcto? ¿No es el camino lo más divertido del viaje?
Buena reflexión. La sociedad se basa en estructura, en acuerdos comunes y empuja a la inestabilidad hacia el fondo de la piscina. A veces intentando cumplir esos estándares que nos marca el contrato social acabamos cediendo las partes más esenciales de nuestra persona. Me alegra que hayas sido capaz de salir a flote.