Ser hijo de un alcohólico
Soy hijo de alguien que, en los días más oscuros de una adicción, encontró la valentía de decir ‘basta’ y reconstruirse desde las ruinas. Soy hijo de alguien que lleva cuarenta años en una lucha silenciosa, eligiendo cada día no rendirse a una enfermedad que nunca se va del todo. Soy hijo de alguien que nos mostró que la verdadera fortaleza a veces es invisible, que se trata de una elección diaria y silenciosa.
Mi padre nunca permitió que lo viéramos caer. Nos dio un hogar lleno de amor y estabilidad después de haber vivido en el caos. Hoy vive con remordimientos, sí, porque sabe que su pasado dejó cicatrices. Pero también vive con una paz que encontró en el amor a su familia, en la risa de sus nietos, en la serenidad de haber elegido una vida distinta.
Él me enseñó que ser un alcohólico en recuperación no es una señal de debilidad, sino un testimonio de fuerza y resistencia. Gracias a sus decisiones, mi vida fue infinitamente mejor, y esta es una historia de admiración y de respeto por un hombre que decidió cambiar cuando todo parecía perdido.
Él encontró dirección en la fe, algo que aunque no compartimos, comprendo que le dio fuerzas. Y ahora, como abuelo, ofrece consejos desde esa experiencia profunda, mostrando un amor inmenso a sus nietos y ayudándome a ser un mejor padre. Aspiro a que mis hijos sean mejores padres que yo, y que así sigamos construyendo una idea más saludable de lo que significa ser hombre y ser padre.
Con todo esto, su historia es un testimonio de transformación, de que la verdadera fortaleza a veces viene de reconocer los errores, de cambiar y de amar profundamente. Y en un mundo donde ser hombre a veces se distorsiona, su vida me enseña que se puede ser un hombre con humildad, con amor y con un deseo genuino de ser mejor cada día.
Lo más hermoso es que en los últimos años la fotografía se ha convertido en nuestro puente. A pesar de no tener una educación formal, mi padre decidió aprender fotografía, y ahora compartimos charlas sobre sus imágenes y las mías. Él lo ve como algo que admira en mí, pero la verdad es que yo lo admiro a él por esa capacidad de seguir aprendiendo, de encontrar hobbies que lo acerquen a su familia, y en este caso, a mí. La fotografía se ha vuelto nuestra cómplice, un modo de acercarnos cuando quizá no siempre fui el hijo más cercano. Y así, este arte se convirtió en un lazo silencioso y visual entre nosotros.
Soy hijo de Carlos, a un hombre que admiro profundamente y a quien agradezco lo que soy.