Guatemala: heridas de una guerra que no termina.
Un país que aún carga con el silencio y fragmentación que dejó la guerra.
En 1996, mientras el mundo se maravillaba con los Bulls de Jordan, con la voz de Céline Dion y con el nacimiento de la oveja Dolly, en Guatemala ocurría algo que marcaría para siempre nuestra historia: la firma de los Acuerdos de Paz, que ponían fin a un conflicto armado interno que se prolongó durante 36 años y dejó más de 200,000 personas asesinadas o desaparecidas, 45,000 desaparecidos y cerca de un millón de desplazados y refugiados. El dato más doloroso: el 83% de las víctimas fueron mayas.
Fue un tiempo oscuro, una guerra que tuvo un origen profundamente racial. Tras el freno a la reforma agraria y la devolución de tierras a los grandes finqueros, surgió la insurgencia, alimentada por la discriminación estructural hacia las comunidades mayas. Durante más de tres décadas, el país se hundió en una espiral de masacres, desapariciones forzadas, torturas, desplazamientos masivos y violencia sexual sistemática.
Los libros de ambos bandos narran su propia versión, sus argumentos y, sobre todo, su manera de lanzar la culpa al otro. Nadie asume responsabilidad. Lo único que queda claro es la huella de sangre, miedo y dolor que marcó a una generación entera, una generación que nunca volvió a la normalidad.
En medio de ese silencio impuesto, hubo quienes decidieron mirar de frente. Los fotógrafos que documentaron el conflicto se convirtieron en testigos incómodos, porque sus imágenes no se podían censurar con facilidad ni se podían borrar de la memoria colectiva. Sus cámaras registraron lo que muchos querían negar: rostros marcados por el miedo, cuerpos desplazados, comunidades enteras arrasadas, pero también la resistencia y la dignidad de un pueblo que no se resignaba a desaparecer. No sólo capturaron instantes; construyeron una memoria visual que hoy se vuelve imprescindible. Cuando los libros oficiales titubean y las versiones políticas se contradicen, sus fotografías permanecen como evidencia y como espejo, recordándonos que la historia de este país no puede contarse sin el lenguaje de la imagen.
Jean Marie Simon.
Fotógrafa estadounidense que vivió en Guatemala en los años ochenta, registrando con crudeza la vida bajo toque de queda, los rostros de soldados, presidentes y campesinos desplazados. Su libro Guatemala: Eternal Spring, Eternal Tyranny se volvió un clásico: imágenes de gran poder documental, donde la luz natural resalta tanto la dignidad como el terror. Simon ofrece la visión de una testigo que se movía entre salones oficiales y aldeas arrasadas, dejando constancia de los contrastes de un país en guerra.









Jonathan Moller.
Fotógrafo estadounidense radicado en Centroamérica, llegó en los noventa y documentó a las comunidades sobrevivientes, desplazadas y en resistencia. Su serie Our Culture Is Our Resistance muestra retratos íntimos de campesinos mayas que, pese a la violencia, preservan lengua, vestimenta y memoria. Su trabajo no se centra en la sangre, sino en la resiliencia: familias, exhumaciones, rituales. Moller devuelve humanidad al sujeto indígena en un contexto donde había sido reducido a estadística.






Daniel Herández-Salazar
Guatemalteco, comenzó como fotoperiodista y luego dio un salto hacia el arte de la memoria. Su serie del Ángel (Para que todos lo sepan) colocó en calles y plazas, convirtiéndose en símbolo del duelo colectivo







Robert Nickelsberg
Fotoperiodista de TIME Magazine, cubrió Guatemala a inicios de los ochenta. Sus imágenes muestran patrullas militares en acción, entrenamientos, y comunidades indígenas atrapadas en medio. Nickelsberg captó la dureza del conflicto con el ojo del corresponsal extranjero: tomas limpias, directas, en blanco y negro y color









James Rodríguez
Fotógrafo mexicano radicado en Guatemala desde principios de los 2000, se ha enfocado en la posguerra. Su sitio MiMundo.org recoge exhumaciones, procesos de justicia transicional y luchas comunitarias por recuperar a los desaparecidos. Sus imágenes muestran huesos que vuelven a la luz, mujeres que reclaman verdad, y comunidades que entienden la fotografía como parte de la sanación







En Guatemala quedó una herida abierta, una herida que todavía está lejos de cicatrizar. El acceso a la verdad sigue siendo limitado y demasiadas voces fueron silenciadas. Hoy, en un mundo saturado de información, pareciera que las nuevas generaciones han perdido la capacidad de escuchar la memoria dolorosa de su propio país, un dolor que ocurrió apenas ayer en términos de historia. Menos mal que la fotografía permanece: fiel testigo de lo que muchos intentaron borrar.
Hola , Gracias Por Compartir Estos Fascinantes Libros. Aquí Comparto Uno Del Gran Fotoperiodista Gervasio Sánchez. Un Saludo. 1- ACTIVISTAS POR LA VIDA. GUATEMALA/HONDURAS | Gervasio Sánchez | Casa del Libro https://share.google/i06NtBzZ5S4gcKJb7. 2- Entrepueblos inaugura en Madrid la exposición 'Activistas por la Vida', del fotoperiodista Gervasio Sánchez - Entrepueblos https://share.google/4mC4d7pzWsfahpg21
Qué cierto todo lo que decís, Fer. La fotografía sigue siendo testigo de lo que pasa en Latinoamérica y clave en estos tiempos cuando la verdad de las palabras se vuelve tan borrosa y difusa en los medios/redes sociales.